¿Por qué nunca hablo de rascacielos?
A veces me pregunto por qué nunca hablo de rascacielos
siendo que vivo en un octavo piso con azotea
y veo hacía abajo el mundo muy pequeño.
Tal vez no tenga el ritmo preciso de palabras
para abandonarme a la sutileza de lo diminuto.
No poseo el poder simbólico del diccionario de las calles;
es un esfuerzo observar con pasión el centro de una avenida,
ver pasar a la humanidad renqueante de ilusiones
como náufragos de un barco sin capitán
y dejarse arrastrar por la carcoma y los óxidos,
todos los que envuelven el derramado tumulto de la urbe.
Ahora desearía poder encender un fuego nocturno,
allí tú y yo y algunos amigos
dejaríamos las caricias de la palabra
fluir en el rojo incandescente de la hoguera,
con los deseos y los sueños olvidados
navegando en la brisa con el humo
y volver a ser de nuevo cenizas de una noche,
algo para recordar con agrado el resto de los días.
4 comentarios
Fernando -
39escalones -
Un abrazo
Fernando -
Entrenomadas -
Es una suerte tener un horizonte donde mirar la ciudad que nos cobija.