Recojo la lluvia del otoño
Recojo la lluvia del otoño
y entre mis manos mojadas,
se convierte en violetas,
silenciosas y amables
como tus caricias,
cuando, sin mirarme,
tomas mis dedos y jugueteas en el aire.
Está la tarde con su sombra blanca
inundándolo todo de silenciosos versos
y las huellas son húmedas,
como las lágrimas pacientes de la espera,
y el beso de las hojas al caer
suena en su derramado amor
cuando se posan, entregadas,
en el epitafio de su solitaria agonía.
No tenemos prisa.
En estos días no existe la prisa.
Sólo el quizás impaciente
de nuestros cuerpos,
o el pequeño deleite de saber
que todo esto es un poco intrascendente
y que entre las luces de nuestra casa
sigue ardiendo el fuego y la caricia.
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