No necesito alargar la mano
No necesito alargar la mano
para acariciar el silencio de la mañana.
La aurora apenas ha esbozado
su iluminado abanico,
mientras tú, permaneces quieta y distante,
entregada al último suspiro del sueño.
Hace todavía fresco,
es agradable sentir la brisa
que trae el alba,
y sentado en los escalones de la terraza,
tranquilo y solitario,
veo nacer el día.
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