En mi mano abierta cabe el atardecer
En mi mano abierta cabe el atardecer,
el último suspiro de la luz.
Tú dejaste que el silencio
fuera amante húmedo
de tus ojos, y templaste el tiempo
con un racimo de encadenada lluvia.
En los charcos, violetas encendidas
se arremolinaban en los pies
y un reguero de ardiente fuego
siguió nuestro camino.
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