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Poemas

Poema para un ángel (Inma)

 

 

No hay tarde que no recoja en el aire un todavía,

ese brillante momento de esperanza

que Vallejo dejó colgado en nuestro corazón.

Ahora, es un latido que se abre paso en el silencio

y de su verso ciego renace el ahogado suspiro de la piedra.

Somos luz y palabra, reflejo de un atardecer,

el tono de aura que queda en los muros

cuando se naufraga en la ciudad

y sólo una caricia de otra mano,

una mirada enhebrada con tus ojos

te puede decir que todavía es tiempo

y que aún queda algo por lo merece la pena respirar.

Quiero sentir la lluvia

 

 

Quiero sentir la lluvia.

Callado, distante, alejado de tu presencia,

sabiendo que en cada gota se me va una palabra

de aquellas que siempre te reservo.

Formarán charcos en tu ausencia,

cilancos de olvidados sueños

que guardaba para arrullar tu oído.

Si vuelves estaré vacío,

seré un arenal entre los ojos de un puente.

Pero en mi silencio

podrás ver los restos húmedos

que en la tarde dejó la tormenta.

Los versos quedarán como esencia entregada entre las flores

y todos los que paseen por la alameda pensarán en ti.

Fuegos

 

 

Hay fuegos que nunca se apagan,

como los remordimientos

acunan las noches

e iluminan los recuerdos.

  

Tu cansado amor

 

 

Tu cansado amor

se pierde con las noches

y las promesas.

Nace el silencio

 

 

Nace el silencio,

mirada que ilumina:

amor callado.

 

Roto silencio

   

Roto silencio,
tras las puertas del armario
donde las lunas te devuelven a tu infancia,
junto al viejo olor de los membrillos
y la ropa húmeda de años,
ella te reservó una caricia
para cuando ya no estuviera.

Estos versos surgen al leer los últimos poemas de J.A. Labordeta en el blog que tiene en Zaragozáme.com

Haikus de silencios

En los haikus de mis silencios

el mar del Japón cae lejos,

atravesado entre tus ojos

y tu falsa sonrisa.

Despejar las dudas

 

 

Alargué la mano,

tu piel tibia se dejo de silencios

y vibró anhelante.

Casi un suspiro abrazó la noche,

en la oscuridad

la llama nos hacía

despejar todas las dudas.

 

Para amarte ( y IV )

 

 

Sí, el amanecer es soledad,

enrojecido abrigo donde refugiar una mirada.

Tengo el abandono como cadena impensable

que deja fluctuar su sonido metálico entre las baldosas de la habitación

y señala que mis huellas ya no conducen a donde ella reposa,

tan sólo hay una branza que me une y que me ata,  

un deseo perenne para mi y pasajero para ella,

pues ya sé que en cada puerto que descansa

su cuerpo busca a alguien que le recuerde a mi.

Mar dormido

Mar dormido

Se ha olvidado el mar de respirar,

en el silencio sólo un murmullo:

la carcoma del agua.

Para amarte ( III )

 

 

Noche abierta y mi cuerpo espera tu llegada.

Como el beso que a una sombra tu luz atravesara,

quedo yo extenuado ante el fulgor y el tacto de tus manos

y en tus caricias renazco del olvido.            

Tan sólo me queda un largo susurro de tus labios húmedos,

un sendero de fuego marcado en mi piel

que hace de la penumbra una larga melodía.

Para amarte ( II )

 

 

No basta este rincón

donde el tiempo se detiene

y las flores remarcan la belleza

que el instante te guarda.

Haría falta una puesta de sol

que perdurará todo un verano ante tus ojos

y un mar azul guiando eternamente tu mirada.

  

En el aguacero

 

 

En el aguacero

presenta la lluvia

una luz inesperada,

mojados, corremos en la noche

y tu sonrisa reabre la esperanza,

como si un mal recuerdo

te hubiera abandonado entre las calles húmedas.

Para Amarte ( I )

 

 

Resuena tu voz en las estancias,

es una canción que la tarde recoge

y, embelesada, se queda en el jardín

para hacerse melodía perenne,

en la que sólo el rumor de tu voz

mueve las hojas de los árboles,

mientras el sol acaricia los muros

y las nubes dibujan sueños inmutables.

El azar y sus cartas

 

 

En ti y en mi

quedan carencias

que la noche arrastra,

todo lo impredecible

nos desarma,

se yergue ante el deseo,

como un juego de cartas

que el azar concede.

Nada nos hace héroes,

sólo un reguero de luz,

un río de dicha que nos acoge

entre sus orillas sosegadas.

De allí, según vengan las cartas,

la fortuna hará que reservemos

un ramillete de rumores y caricias

(algo que valga la pena recordar)

o la penumbra se llevará todos los recuerdos.

Sea el amor

 

 

Sea el amor cercado por el fuego.

Vientres que se resisten a separarse

en la violencia de un deseo extenuado

o en la incapacidad de la piel       

para reconocerse sola.

Sean tu cuerpo y el mío

fértiles campos de batalla,

donde el placer

no venga sólo de las manos,

ni el calor de los labios

se acoja a perderse

en las zonas de ambrosía,

sino que recorra el universo de estrellas

que de norte a sur

hacen nuestra geografía.

En el puerto

 

 

En el puerto se derrama la luz

sobre las barcas inquietas.

El mediodía deja su huella y su silencio,

un susurro que el agua deshace      

como el quejido solitario

de alguien que nos nombra.

El último velero

 

No sé por qué,

mirando el mar,

me parece

como que ese último velero

que se aleja,

se llevara con él algo de mi.

 

Trenes nocturnos

 

 

Hay amores que parten de la noche

como de las estaciones los trenes nocturnos,

y en la oscuridad de un cuarto,

los ojos aparentan

los azules astros del universo.

En los gemidos se alargan las horas

convirtiendo el deseo

en un sendero serpenteado

por nuevas sensaciones.

En los andenes del amanecer

las suaves caricias traerán

un poco más de felicidad.

Respira la tarde

 

 

Respira la tarde

e hilvana con sutileza

los recodos imposibles de tu deseo.

Detrás, apenas queda un reguero de luz

que tomaste del alba,

y en la piel,

aquellos besos húmedos

que todavía te hace recordarla.