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La semilla y el árbol

La semilla y el árbol

La semilla

A mediados de los ochenta fuimos a vivir a nuestra primera casa propia. Era un cuarto sin ascensor, pero volvía a mi barrio donde todavía estaban todos mis vínculos. Siempre nos han gustado mucho las plantas y, aunque allí no teníamos ni siquiera un balcón, sí que había un hermoso alféizar donde tener apretujadas unas cuantas. Un día entre la tierra de las macetas descubrí una semilla, grande y hermosa, que supuse que era de un árbol. La planté y esperé pacientemente ver asomar desde la tierra un nuevo inquilino del alféizar que finalmente nació y creció.

Pasó algún tiempo e incluso ya nos habíamos ido a vivir a otro piso algo más confortable (mis amigos decían que yo tenía culo de mal asiento) y mi árbol, que ya media más o menos metro y medio, se vino con nosotros. Al cabo de cuatro o cinco años se lo di a uno de mis amigos para que lo plantara en su jardín del pueblo y pudiera crecer a gusto. Me costó darlo por el sentimiento de complicidad que tenía con él. Un duro invierno, de temperaturas muy bajas, no sobrevivió. Era un futuro árbol del cielo que podría haber llegado a medir diez o doce metros de altura.

Acostumbrados a comprar las plantas en viveros parece que ya llegan a nosotros crecidas y pocas veces pensamos en esas pequeñas semillas que han de germinar. Haber tenido en nuestras manos la semilla original acrecienta el vínculo, sin duda.


El árbol

Hace ya algunos años que veraneamos en Cambrils. En la casa que otro amigo tiene en esta localidad corté una rama de morera y ya una vez en Zaragoza la dividí en dos (eran dos palos verdes sin ningún futuro), y los metimos en agua y luego en su tierra con sus hormonas de enraizamiento. Uno de ellos no logramos que arraigara, a pesar de los múltiples cuidados, pero el otro sí lo hizo. Se desarrolla bien en la terraza de la casa donde vivo ahora, aunque la pobre habita en una maceta, grande, eso sí. A veces me acerco a ella y le digo que la voy a llevar otra vez a Cambrils que la voy a plantar en el jardín. Ella yo creo que se sonríe, un poco incrédula. Pero es mi árbol, pequeño pero vivo, salido desde un insignificante palo verde, lo cual me despierta una gran ternura y me hace recordar al otro árbol, el de la semilla.....

* La fotografía de la rama del árbol del cielo proviene del banco de imágenes del Ministerio de Educación y Ciencia.

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